Monday, April 6, 2020

El Silencio - San Alfonso - parte 2

     Buenos días hermanos, y feliz Semana Santa. Sigo con unas reflexiones de San Alfonso María de Liguori sobre el silencio. Acuérdense que el libro fue escrito para los religiosos y las religiosas, que se dedican a una vida aparte del mundo. Cuando leen estas letras, traten de recibir el mensaje y aplicarlo a su vida secular, en el mundo, con familia y con trabajos.

Del Silencio: Punto Número 2

     ¡Oh cuántos bienes proporciona el silencio! El silencio cultivará la justicia del alma, dice el profeta: Cultivo de la justicia será el silencio. “Hasta que sea derramado sobre nosotros espíritu de lo alto, y el desierto se trueque en vergel, y el vergel sea tenido por selva, y el derecho more en el desierto, y la justicia en el vergel. La paz será obra de la justicia; y el fruto de la justicia, el reposo y la seguridad para siempre. Mi pueblo habitará en mansión de paz, en moradas seguras, en asilo de reposo” (Isaías, 32:15-18)
     Porque por una parte el silencio nos libra de muchos pecados en cuanto corta de raíz las disputas, las murmuraciones, los resentimientos y la curiosidad; al paso que por otra nos hace adquirir muchas virtudes. ¡Cuán perfectamente ejercita la humildad la religiosa que, mientras hablan las demás, ella con toda modestia escucha y calla! ¡Qué bien practica la mortificación cuando al paso que desearía referir algún hecho, o decir algún chiste, a propósito de la conversación, se abstiene y enmudece!  ¡Y qué bien ejercita la mansedumbre cuando es reprendida o injuriada sin razón, y no obstante nada responde!
     Por esto dice el mismo profeta: En el silencio y en la esperanza estará vuestra  fortaleza.  “Porque así dice el Señor, Yahvé, el Santo de Israel: En la conversión y la quietud está vuestra salvación, y la quietud y la confianza serán vuestra fuerza” (Isaías, 30:15)  Porque con el silencio evitamos las ocasiones de pecar, y con la esperanza obtenemos la Divina protección para bien vivir.

Del Silencio: Punto Número 3

     Por el contrario, son inmensos los daños que nacen de hablar demasiado. Porque primeramente, así como en el silencio se conserva la devoción, así el mucho hablar la hace perder.  Aunque un alma haya tenido en la oración todo el recogimiento que se quiera, si luego se desahoga hablando, pronto se hallará distraída y disipada como si no hubiese orado. Cuando dejan abierta la boca del horno que está ardiendo, el calor se evapora.  “Guárdate del mucho hablar porque desvanece los pensamientos santos, y el recogimiento con Dios”  (San Doroteo)
     Decía San José de Calasanz hablando de aquellos religiosos que  no saben reprimir el deseo de preguntar cuanto sucede en el mundo:  “El religioso curioso da indicios de haberse olvidado de sí”  (San José de Calasanz)
     Es regla cierta que la persona que habla mucho con los hombres, habla poco con Dios; y Dios por su parte, hablará poco con ella, pues dijo: La llevaré al desierto y le hablaré al corazón: “Así, la atraeré y le llevaré al desierto y le hablaré al corazón, y fuera ya de allí, yo le daré sus viñas y el valle de Acor como puerta de esperanza, y allí cantará como cantaba los días de su juventud, como en los días en que subió de la tierra de Egipto.”  (Oseas 2:14 a 15)
     Si el alma quiere, pues, que Dios le hable, es necesario que busque la soledad. Empero esta soledad no la hallarán las religiosas que no aman el silencio. Si callamos hallaremos soledad, decía la  Venerable Margarita de la Cruz. ¿Y cómo es posible que el Señor se digne hablar a aquella religiosa, que buscando la conversación de las criaturas, manifiesta que la conversación Divina no basta  para tenerla contenta?


Maria de Ligorio, San Alfonso. De Corazón a Corazón en la Presencia de Dios. Meditaciones Bíblicas sobre el Silencio y la Soledad Cristiana. Viva Cristo Rey Multimedia. Kindle Edition.

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