De la Hora de Matutinas (Mañanitas) del Divino Oficio, 22 de noviembre:
Cecilia, una virgen romana de noble cuna, juró su virginidad a Dios a una edad muy tierna. Dado en matrimonio en contra de su voluntad con Valeriano, ella lo persuadió a que la dejara intacta y que fuera al bendito Urbano, el Papa, de que cuando él hubiera sido bautizado podría ser digno de ver al protector angelical de Cecilia. Cuando Valeriano obtuvo este favor, convirtió su hermano Tiburcio a Cristo, y poco después ambos fueron martirizados bajo el prefecto Almaquio. Per Cecilia fue capturada por el mismo prefecto porque había distribuido la riqueza de los dos hermanos a los pobres, y se les ordenó que la asfixiaran en un baño. Cuando el calor no se atrevió a hacerle daño, la golpearon tres veces con un hacha y la dejaron medio muerta. Después de tres días recibió la palma de la virginidad y el martirio, y fue enterrada en el cementerio de Calixto. Su cuerpo y los de los Papas Urbano y Lucio, y de Tiburcio, Valeriano y Máximo fueron transferidos por el Papa Pacual I a la iglesia en la Ciudad dedicada a Santa Cecilia. (*traducción mía, perdóneme los errores)
Hermanos ¿Qué puedo decir yo de la santa cuya fiesta celebramos hoy? Antes de llegar a la parroquia de Santa Cecilia en St. Louis, yo ya tenía la costumbre de rezar las letanías de ella, y también tenía la intuición que algún día yo iba a ser el párroco de la parroquia. En mis siete años como párroco, intenté hacer mucho en el nombre de Cristo para decorar el templo hermoso, para avanzar la fe, para dar buena devoción a Santa Cecilia. Lo considero un honor--el honor más grande de mi vida--haber sido el párroco de esta parroquia.
Aparte de la parroquia, yo tengo una devoción personal a Santa Cecilia tan grande y profunda que la considero como una patrona personal. Después del Señor, que obviamente es el número uno, sin comparación, sigue nuestra Madre Santísima, especialmente en ciertas fiestas y misterios. En tercer lugar están Santa Cecilia, San Antonio de Padua, San Miguel Arcángel, y San José. Hay más, por supuesto hermanos, pero son mis más grandes auxilios de entre Los Santos.
Tuve la oportunidad de visitar la Basílica de Santa Cecilia en Trastévere en Roma cuando fuimos en marzo. Llegando a su iglesia mi corazón latía fuertemente y me sentí como un niño. Pasando por afuera la gran fuente y el atrio del templo hermoso, entre finalmente a la iglesia, que yo había visto innumerable veces en el internet. Reconociendo que yo estaba pisando el lugar donde ella pisaba, donde ella vivía, donde ella murió-- ay hermanos. Todavía recuerdo caminando hacia su altar, viendo la estatua de Santa Cecilia allí en frente, y sintiendo una cercanía a mi patrona que no puedo describir. Varios de nosotros del grupo nos hincamos para rezarle a Santa Cecilia, pidiéndole ayuda para la parroquia y las familias de la iglesia.
De repente salió la Madre Benedictina y se acercó a mí, me llevó a la sacristía hermosísima, y me enseñó las vestimentas y como subir al altar. Noté que en la sacristía hay muchas reliquias de la Santa y no me sentía digno de estar allí, tanta fue la emoción de estar íntimamente con ella. La Madre me dijo en italiano, con una sonrisa, que tome parecía a un niño. Yo le dije que sí, que me sentía así exactamente. Después de ponerme las vestimentas preciosas, subí al altar por primera vez y puse el cáliz en el altar. Encima del altar estaban las reliquias de Santa Cecilia: su dedo, su femur, otros huesos. Celebré la Misa en italiano, ¡pues fue la única opción! Hermanos indescriptible era la Misa. No hay palabras.
Después fuimos abajo para ver las catacumbas de la ciudad original. Vimos las casitas y las calles, y el lugar donde Santa Cecilia fue brutalmente matada. Todos estábamos llenos de alegría y emoción. El siguiente día fuimos a las catacumbas en el camino saliendo de la ciudad original, y encontramos el lugar donde habían depositado el cuerpo de santa Cecilia, entre los papas ilustres de esos tiempos.
Hermanos, una palabra de nuestra patrona: el valor, la perseverancia, la fortaleza, la pureza de santa Cecilia nos debe inspirar a dar buen ejemplo en momentos difíciles de la Iglesia actual. Tal vez nunca encontraremos la persecución abierta, eso esperamos. De todos modos, con nuestra forma de vivir y de morir, imitemos el ejemplo de Santa Cecilia, de no rendir a las fuerzas que quieren tumbar a Cristo de su lugar. Recemos por nuestros amigos y por nuestros enemigos, por los líderes De la Iglesia, por las familias, por los sacerdotes, por las religiosas, y por los perseguidos. ¡Qué este día sea de verdad una gran celebración de la bondad de Dios, bendito en sus Santos y Santas!
1 comment:
Hermosa esta istoria real gracias por compartir su hermosa experiencia
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