Thursday, February 27, 2020

Día 2 de la Cuaresma: Lectura de San Pedro

Lectura de la carta del apóstol San Pedro (Pd 1:14-25, con comentarios)

14 Como hijos obedientes, no procedan de acuerdo con los malos deseos que tenían antes, mientras vivían en la ignorancia.
15 Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta,
16 de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo.
17 Y ya que ustedes llaman Padre a aquel que, sin hacer acepción de personas, juzga a cada uno según sus obras, vivan en el temor mientras están de paso en este mundo.
     Esta lectura es la continuación de la lectura de ayer. Otra vez San Pedro habla de la obediencia, el acto de escuchar y responder. Viene del latín ob + audire, que quiere decir "en la escucha." La idea aquí es que cuando nosotros, como buenos hijos, escuchamos la palabra de Dios, en ese preciso momento cumplimos con esa palabra. La obediencia está entre el escuchar el mandato y en el cumplimiento inmediato. 
     "No procedan de acuerdo con los malos deseos que tenían antes..." El apóstol reconoce que todavía estamos bajo la influencia del pecado, y que debemos vivir de una manera diferente. Ser santo, como estamos llamados a ser, es en la imitación de Dios, de sus deseos, de sus obras, de sus palabras. Finalmente, el Señor vino para santificarnos, para que donde él esté, allí estemos también.
     Qué rara la frase: "vivan en el temor mientras están de paso en este mundo." En el latín, la palabra es igual: in timore incolatus, y en ingles se traduce como "conduct yourselves with reverence," o sea, "pórtense con reverencia." La idea es, no de vivir con temor, sino con el temor entendido como la reverencia humilde. Dios es Dios, y es nuestro Padre, nuestro Abbá, papá. La obediencia, entonces, no es solamente la observancia externa de la palabra de Dios, sino la conexión e imagen santa como hijos verdaderos del Padre.

18 Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata,
19 sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto,
20 predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes.
     Es algo importante de recordar, hermanos, que nuestra salvación no consiste solamente en el rescate final, cuando estaremos juzgados; el rescate es de ahora mismo, en nuestra conducta santa, al contrario de la conducta que heredamos de nuestros padres Adán y Eva. El precio de este rescate es nada menos que la sangre preciosa de Cristo. Este es el plan de Dios desde un principio: Dios, viendo la tristeza y la condenación del ser humano, decidió rescatarnos por medio del sacrificio de su Hijo, Jesucristo.

21 Por él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios.
22 Por su obediencia a la verdad, ustedes se han purificado para amarse sinceramente como hermanos. Ámense constantemente los unos a los otros con un corazón puro,
23 como quienes han sido engendrados de nuevo, no por un germen corruptible, sino incorruptible: la Palabra de Dios, viva y eterna.
     La obediencia a la verdad... exacto. La verdad que es Cristo, la verdad que proclama Cristo. La verdad que el mundo rechaza. San Pedro declara que la obediencia a la verdad nos purifica para amarnos sinceramente como hermanos. En eso debemos entender que amarse como hermanos es como hijos de Dios, con la misma verdad, la misma voluntad, la misma obediencia. Imagina cómo sería el mundo y la Iglesia si nosotros de verdad nos amáramos como hijos de Dios. Imagina cómo sería la familia...

24 Porque toda carne es como hierba y toda su gloria como flor del campo: la hierba se seca y su flor se marchita,
25 pero la Palabra del Señor permanece para siempre. Esta es la Palabra que les ha sido anunciada, la Buena Noticia.
     En este tiempo de la Cuaresma, mientras estamos pensando en la Pasión de Cristo, también vamos considerando nuestro último fin y la brevedad de la vida. La vida se seca y su flor se marchita, ¿y luego? La eternidad. Recuerdo las palabras de la oración de santa Teresa:
     Nada te turbe, nada te espante;
     Quien a Dios tiene, nada le falta.
     Nada te turbe, nada te espante;
     Sólo Dios basta.
     La verdad, sólo Dios y su palabra perdura, sólo él permanece. Todo lo demás se termina. La palabra de Dios es eterna!!

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