Como ustedes saben, Charlie andaba un poco perdido anoche. De hecho, estaba al otro lado de la cerca, dentro del jardín de los vecinos, pero no sabía cómo salir. Después, cuando estábamos en el carro y Charlie me estaba lamiendo mucho, pensé que Charlie me enseñó dos lecciones para la vida espiritual. O más bien, me confirmó en unas cosas espirituales en que estaba reflexionando.
Uno: hablando del discernimiento de los espíritus, Charlie estaba cerca a nosotros pero no sabía cómo expresarse. Además, porque escuchaba las voces de varias personas, estaba confundido. Me escuchó a mí por un lado, y a los otros por otro lado; no podía "discernir" bien entre las voces y no sabía cómo seguir las voces para poder salir. Finalmente, sabiendo que Charlie estaba en el jardín, entré en el jardín y lo llamé; me vio y corrió hacia mí con alegría por haber sido encontrado.
Dos: me dio mucho gusto ver que ustedes se quedaron para buscarlo porque no querían que Charlie estuviera perdido. En un sentido nosotros imitábamos al Buen Pastor: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos y ls dice: 'Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.' Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse." (Lc 15:3-7) A veces somos parte de las noventa y nueve ovejas no perdidas; a veces estamos con el Buen Pastor, como anoche; y a veces somos la ovejita sola y perdida que necesita ayuda. Anoche la segunda lección en que reflexioné era: de la intercesión y la ayuda en la misión. He podido contar con ustedes mucho en estos meses, y anoche fue un ejemplo sencillo pero lleno de sentido. Les agradezco por su apoyo.
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