Monday, March 16, 2020

Lectura De San Pedro - Parte 13

Lectura de la Segunda Carta de san Pedro (2:1-11)

1 En el pueblo de Israel hubo también falsos profetas. De la misma manera, habrá entre ustedes falsos maestros que introducirán solapadamente desviaciones perniciosas, y renegarán del Señor que los redimió, atrayendo sobre sí mismos una inminente perdición.
2 Muchos imitarán su desenfreno, y por causa de ellos, el camino de la verdad será objeto de blasfemias.
3 Llevados por la ambición, y valiéndose de palabras engañosas, ellos se aprovecharán de ustedes. Pero hace mucho que los juicio los amenaza y la perdición los acecha.
     San Pedro tiene palabras fuertes para los falsos profetas, y antes de refutar sus errores (ellos niegan la resurrección del cuerpo de los fieles), Pedro quiere denunciar su conducta inmoral, en particular, su avaricia y su impureza. Es obvio que estos falsos profetas ya están trabajando entre los fieles, que eran miembros de la Iglesia que se desviaron del camino. Esto estaba pasando mientras San Pedro todavía vivía; ¿cómo no va a pasar en estos tiempos también?
     Por todos lados uno puedo encontrar a ex-católicos, que se han alejado de la Iglesia y de Dios. Han buscado la felicidad en una perversión de la fe, han hecho un tratado con el mundo y con el error. A veces nos parece que todo el mundo anda así, hasta los sacerdotes y los obispos. Tal vez nos entra la tentación de simplemente hacer lo que todos hacen, para andar bien con el mundo y no caer en el fanatismo. En esos momentos, elevamos nuestros ojos al Señor Jesús, y le pedimos la gracia para resistir las seducciones del mundo y de los falsos profetas, para poder preservar la fe hasta la muerte.

4 Porque Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los precipitó en el infierno y los sumergió en el abismo de las tinieblas, donde están reservados para el Juicio.
5 Tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que desencadenó el diluvio sobre una tierra poblada de impíos, preservando sólo a ocho personas, entre ellas a Noé, el heraldo de la justicia.
6 También condenó a la destrucción y redujo a cenizas a las ciudades de Sodoma y Gomorra, para que sirvieran de ejemplo a los impíos del futuro.
7 En cambio, libró a Lot, el justo, que estaba afligido por la conducta licenciosa de esos hombres sin ley;
8 porque teniendo que vivir en medio de ellos, su alma de justo se sentía constantemente torturada por las iniquidades que veía y escuchaba.
     Ahora San Pedro nos da unos ejemplos de la Sagrada Escritura de cómo el Señor castiga justamente a sus hijos. Empieza desde el principio, con los ángeles del cielo que pecaron en desobedecer a Dios, que no fueron perdonados. Los ángeles nunca van a ser perdonados de su pecado porque ellos, teniendo el intelecto intacto desde el principio, escogieron en contra de Dios. Nosotros los seres humanos, con el intelecto oscuro y la voluntad débil por causa del pecado de Adán, tenemos acceso a la redención por el sacrificio de Cristo.
     Dios "perdonó al mundo antiguo" por medio del diluvio, e hizo la promesa que nunca jamás castigará al pueblo de esa manera. El diluvio sirve como una figura del bautizo. "¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo hemos sido sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva." (Rom 6:3-4) El castigo es también para nuestro bien, si tenemos la identificación con Cristo en su muerte y en su Resurrección.
     Las ciudades de Sodoma y Gomorra fueron destruidas como castigo por sus pecados públicos. No todos de esa ciudad cometían muchos pecados; algunos toleraban los pecados y los "estilos de vida"; algunos condenaron los pecados de sus vecinos. De todos modos, toda la gente de esas ciudades sufrieron el mismo castigo. No pasamos por este mundo como individuos, sino formamos parte de una sociedad. Vamos a ser juzgados como individuos en el momento de la muerte, pero también toda la humanidad va a ser juzgado como cuerpo al final de los tiempos.

9 El Señor, en efecto, sabe librar de la prueba a los hombres piadosos, y reserva a los culpables para que sean castigados en el día del Juicio,
10 sobre todo, a los que llevado por sus malos deseos, corren detrás de los placeres carnales y desprecian la Soberanía. Esos hombre audaces y arrogantes no tienen miedo de blasfemar contra los ángeles caídos,
11 mientras que los ángeles superiores en fuerza y en poder no pronuncian ningún juicio injurioso contra ellos en la presencia del Señor.
     San Pedro dice abiertamente que los falsos profetas van a sean muy castigados por su mentiras y por sus malos deseos que obedecen en vez de obedecer a Dios, por sus blasfemias y por su arrogancia. El Catecismo define la blasfemia así: "Consiste en proferir contra Dios--interior o exteriormente--palabras de odio, de reproche, de desafío; en injuriar a Dios, faltarle al respeto en las expresiones, en abusar del nombre de Dios... La prohibición de la blasfemia se extiende a las palabras contra la Iglesia de Cristo, Los Santos y las cosas sagradas. Es también blasfemo recurrir al nombre de Dios para justificar prácticas criminales, reducir pueblos a servidumbre, torturar o dar muerte. El abuso del nombre de Dios para cometer un crimen provoca el rechazo de la religión. La blasfemia es contraria al respeto debido a Dios y a su santo nombre. Es de suyo un pecado grave." (Catecismo, 2148)

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