Friday, March 27, 2020

Novena al Perpetuo Socorro - Séptimo Día

Novena de la Virgen del Perpetuo Socorro
     Delante de la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, se hace la señal de la Cruz. Antes de rezar la oración de cada día:

Me reconozco pecador
     Señor Jesús, mi salvador y redentor, reconozco el gran amor que me tienes, hasta haber dado tu vida por la mía. Me duele haberte ofendido; haber pecado contra ti y contra mi prójimo. Te ofrezco de ahora en adelante, con la ayuda de tu Santo Espíritu y la intercesión y perpetuo socorro de tu dulcísima Madre María Santísima, tratar de vivir como hijo tuyo. Amén.

Oración preparatoria para todos los días de la Novena
     Padre infinitamente sabio y misericordioso, que quisiste salvar a todos los hombres, enviando a tu Hijo Jesús, nacido de mujer, para que todos pudiéramos llegar a ser hijos tuyos, concédenos venerar a la gloriosa siempre Virgen María, Perpetuo Socorro de todos nosotros, sus hijos. Te lo pedimos por tu hijo Jesucristo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

Consideración: María, socorro y mediadora de todas las gracias.
     María no ha dejado su misión salvadora. Con amor de Madre, cuida de los hermosos de su Hijo, que se hallan en peligro y ansiedad, para llevarlos a la Patria eterna. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada por toda la Iglesia como abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. La Iglesia reconoce esta función de María y la recomienda a todos los fieles, para que, apoyados en su protección maternal, se unan el único mediador y salvador, Jesucristo, el Señor.
     Nada puede darle tanto gozo a María como la gracia de que todos los cristianos reconozcamos a su Hijo como nuestro Salvador y Señor. Seguramente, ella está pidiendo esta gracia para cada uno de nosotros. (petición)

Jaculatoria: ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, en todas mis tribulaciones y miserias, ven en mi auxilio como Madre de bondad!

           Gozos
Socorro perpetuo eres
Ven pues te imploro
ven a mi socorro,
oh Madre de Bondad

Oye, Oh Virgen pura,
las súplicas fervorosas
que suben amorosas
a tu santo altar.

Manchado por culpa
la frente doblo y oro,
a tus pies imploro
clemencia y caridad.

Al alma descuidada,
libra de la tibieza,
y dale con presteza
fervor en la piedad.

En este triste valle
de padecer cansado,
de pido desdichado
consuelo celestial.

Si ruge la tormenta,
si mi virtud declina,
estrella matutina
mis fuerzas alienta.

A tu fiel devoto
del ánimo constante,
su paso vigilante
a la virtud guía.

En la postrera lucha
con la terrible muerte
feliz será mi suerte
si puedo exclamar.
                                         
En la prisión de fuego,
se dulce redentora,
mis penas, gran Señora,
dígnate aliviar.

Me sea permitido,
oh Madre tan querida,
por tierna despedida
cantemos sin cesar:
Ven a mi socorro
Madre de bondad.

Finalice rezando una Salve.   

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