Novena de la Virgen del Perpetuo Socorro
Delante de la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, se hace la señal de la Cruz. Antes de rezar la oración de cada día:Me reconozco pecador
Señor Jesús, mi salvador y redentor, reconozco el gran amor que me tienes, hasta haber dado tu vida por la mía. Me duele haberte ofendido; haber pecado contra ti y contra mi prójimo. Te ofrezco de ahora en adelante, con la ayuda de tu Santo Espíritu y la intercesión y perpetuo socorro de tu dulcísima Madre María Santísima, tratar de vivir como hijo tuyo. Amén.
Oración preparatoria para todos los días de la Novena
Padre infinitamente sabio y misericordioso, que quisiste salvar a todos los hombres, enviando a tu Hijo Jesús, nacido de mujer, para que todos pudiéramos llegar a ser hijos tuyos, concédenos venerar a la gloriosa siempre Virgen María, Perpetuo Socorro de todos nosotros, sus hijos. Te lo pedimos por tu hijo Jesucristo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo. Amén.
Consideración: "Hagan como Él les diga."
Jesús aparece desde el primer momento de su vida pública acompañado de su Madre. En las bodas de Caná, María, compadecida por la vergüenza que podrían sufrir los novios por no tener suficiente vino para la fiesta, le pide a su Hijo Jesús, que remedie la situación, y ordena a los sirvientes: "Hagan lo que él les diga." Así María, con su intercesión, hace que el Señor comience los milagros que lo acompañaron durante toda su vida pública.
El corazón de María, como Madre que es, está pendiente de las necesidades de sus hijos, aún cuando no se lo pidan; mucho más para aquellos que recurren a ella como Perpetuo Socorro en las situaciones difíciles de la vida. Sólo nos pide estar atentos a Jesús, para hacer lo que él nos diga. (petición)
Jaculatoria
¡Madre del Perpetuo Socorro, haz que siempre esté dispuesto a hacer lo que tu hijo pida de mí!
Gozos
Socorro perpetuo eres
Ven pues te imploro
ven a mi socorro,
oh Madre de Bondad
Oye, Oh Virgen pura,
las súplicas fervorosas
que suben amorosas
a tu santo altar.
Manchado por culpa
la frente doblo y oro,
a tus pies imploro
clemencia y caridad.
Al alma descuidada,
libra de la tibieza,
y dale con presteza
fervor en la piedad.
En este triste valle
de padecer cansado,
de pido desdichado
consuelo celestial.
Si ruge la tormenta,
si mi virtud declina,
estrella matutina
mis fuerzas alienta.
A tu fiel devoto
del ánimo constante,
su paso vigilante
a la virtud guía.
En la postrera lucha
con la terrible muerte
feliz será mi suerte
si puedo exclamar.
En la prisión de fuego,
se dulce redentora,
mis penas, gran Señora,
dígnate aliviar.
Me sea permitido,
oh Madre tan querida,
por tierna despedida
cantemos sin cesar:
Ven a mi socorro
Madre de bondad.
Finalice rezando una Salve.
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