Entre 1370 y 1405, el conquistador Tamerlán, un noble musulmán de origen turco y mongol, conquistó ocho millones de kilómetros cuadrados de Eurasia. Era un hombre bastante cruel en sus conquistas y devastaba a muchas civilizaciones para obtener el territorio que quería.
El historiador Paolo Giovio relata, en su Elgogia vivorum bellica virtute illustrium, que Tamerlán, en los primeros días después de sitiar una ciudad, exhibiría una bandera blanca como señal de perdón si todos se rendiría voluntariamente. Si no, en los días siguientes, su ejército habría ondeado banderas rojas, como señal de muerte, no para todos los habitantes de la ciudad, sino para los comandantes y soldados. Entonces, si la ciudad todavía era obstinada en su negativa a rendirse, Tamerlán dio órdenes de exhibir la bandera negra, como una señal de exterminio completo, sin distinción entre los culpables y los inocentes, y luego incendiaría toda la ciudad.
La epidemia del coronavirus, que se ha desatado en el mundo en solo unas pocas semanas, recuerda la bandera blanca de Tamerlán. Parece ser la primera advertencia de un terrible castigo que se avecina sobre la humanidad, pero que aún podría ser frustrado. Los expertos estudian números y formulan las hipótesis más variadas. La curva epidémica puede caer o aumentar. Después del verano, el virus aparecerá en una forma más mitigada--según algunos--o en forma más violenta, como sucedió con la "gripe española", según otros. Nadie puede predecir lo que va a pasar. Pero ya se está describiendo el escenario resultante. La economía mundial colapsará, mientras que, como Massimo Giannini escribe en La Repubblica del 17 de marzo, "la Europa de la Ilustración y de los padres fundadores de Ventotene, justa, libre y solidaria, es derrotada por un enemigo invisible y esquivo." "Estamos en guerra," el presidente francés Emmanuel Macron repitió exactamente seis veces, manifestando contra "un enemigo invisible y esquivo" que nos está atacando.
Dios es paciente, y siempre advierte primero antes de infligir sus castigos finales. El coronavirus parece ser una advertencia de la Divina Providencia para que la humanidad tome conciencia de sus errores. Es la hora del arrepentimiento por los pecados del mundo, porque al pecar colectivamente hemos merecido castigos públicos, como epidemias, hambrunas y guerras, que bien podrían seguir uno tras otro en rápida sucesión. Dios es infinitamente misericordioso, pero su misericordia presupone la conciencia del pecado y pedirle perdón. Seguirán otras advertencias dolorosas, luego se izará la bandera negra de Tamerlán.
Sancte Michael Archangele, defende nos in prœlio, contra nequitiam et insidias diaboli esto præsidium. Imperet illi Deus, suplicesdeprecamur; tuque, Princeps militiæ cælestis, satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute, in infernum detrude Amen!
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Amen
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